Por: Coronel (RP) Diego Vásquez.
En las últimas semanas, el departamento del Quindío ha sido testigo de una creciente ola de inseguridad que no solo preocupa a las autoridades, sino que también pone en alerta a la ciudadanía. Robos, tráfico de estupefacientes y hechos de violencia están afectando la tranquilidad en nuestros municipios, dejando en evidencia que el problema no puede seguir siendo ignorado. La pregunta es clara: ¿Qué estamos haciendo para frenarlo?
El reciente consejo de seguridad liderado por el señor gobernador ha puesto sobre la mesa un plan de acción que, más allá de promesas, exige resultados concretos. Se habla de un fortalecimiento tecnológico con la instalación de 85 cámaras de seguridad en puntos estratégicos, y una lucha frontal contra el tráfico de estupefacientes. Todo esto suena bien, pero si estas estrategias no van acompañadas de un compromiso real de todas las instituciones, seguirán siendo simples anuncios.
El problema de la inseguridad no se resuelve solo con más vigilancia. La reconstrucción del tejido social es clave. Si no generamos oportunidades y espacios de desarrollo para nuestros jóvenes, los delincuentes seguirán ganando terreno. Es por eso que el enfoque debe ir más allá de lo policial: necesitamos intervención social en cada municipio, más educación, más empleo, más cultura y menos indiferencia.
Pero aquí viene la gran cuestión: ¿seremos capaces de dejar a un lado las diferencias políticas y trabajar en equipo? El gobernador ha sido claro en su llamado: la seguridad no puede ser un campo de batalla para egos y vanidades. Se requiere unidad entre los mandatarios municipales, la fuerza pública y sobre todo, la ciudadanía.
Es necesario fomentar el respeto y recuperar la confianza en la institucionalidad, reforzando la unidad y el trabajo en equipo. La seguridad no solo depende de la acción de las autoridades, sino también de la confianza que la ciudadanía tenga en ellas. Para ello, es fundamental que la información sobre seguridad se maneje con responsabilidad y objetividad, evitando generar alarmas innecesarias que puedan aumentar la percepción de miedo. La comunidad debe sentirse respaldada por estrategias claras y efectivas, de modo que los esfuerzos en seguridad se reflejen en una mejora tangible en la calidad de vida de todos los ciudadanos.
El Quindío no puede resignarse a la inseguridad. No podemos permitir que lo normal sea el miedo en nuestras calles, ni que la impunidad sea una constante en las investigaciones. Es hora de exigir que las acciones no se queden en discursos y que los compromisos se traduzcan en resultados visibles. La seguridad no es un favor que nos hacen las autoridades, es un derecho que debemos reclamar con determinación. ¿Seremos espectadores del problema o actores del cambio? La respuesta está en nuestras manos.